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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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2 comentarios:
Si atendemos a las palabras de Jesús en el evangelio, son los pequeños los mejor pertrechados para acoger la revelación de Dios; los últimos, los más pobres, los menos importantes, los que no cuentan.
Los pequeños serían los ignorados, los vulnerables, los que no tienen nada que perder; por eso son pequeños. Carecen de poder, grandeza o influencia, cosas todas a las que todos aspiramos, en mayor o menor medida, por mucho que Jesús alabe a los pequeños y los reconozca como los principales destinatarios de la revelación del Padre.
Nunca aprenderemos lo bastante que Dios se deja ganar por los pequeños y que se complace en ellos de modo especial. Tal vez, porque están más vacíos de sí mismos que quienes están llenos de prepotencia por su propia importancia y poder, y no dejan, así, espacio a la revelación de Dios. No cabe más en ellos.
Quien no entiende a un Dios que, en su inmensa grandeza elige hacerse pequeño y servidor de todos, no comprende que llame a sí a los cansados y agobiados. Solo puede verlo como juez; como alguien poderoso fácil de ofender y difícil de desagraviar. Y es que, piensa el ladrón que todos son de su condición.
Pero, ¿quién es, en verdad, grande o pequeño; el dueño de sí o el esclavo de sus pasiones y mezquindades? A lo mejor tenemos confundidos los conceptos. Jesús, no. Él, el Hijo del Padre, quien mejor le conoce, se hace pequeño, servidor; y como él, compasivo, misericordioso, paciente. Los grandes y poderosos oprimen a los demás con pesadas cargas que ellos no están dispuestos a mover ni llevar. Los abruman apelando, además, a un dios inexistente que los aplasta con sentimientos de culpa y con normas imposibles de cumplir que deshumanizan y oscurecen la verdadera imagen del Dios verdadero en nosotros.
El camino siempre será el mismo: Jesús. En él encontraremos descanso y consuelo; jamás condena ni castigo. Pero hace falta hacerse pequeños. Es la disposición necesaria para entender, para poder abrir la mente y el corazón a su Palabra y que esta penetre y dé vida en nuestro interior, para que nos transforme y haga hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
Dm 14 TO 9.7.23
Siempre he dicho que los Evangelios no son un texto “bonito”, porque por muy bella que sea la narración, el pasaje, el relato de los dichos y hechos de Jesús, siempre nos trae una interpelación, una llamada, un rascar nuestro corazón, en nuestro caminar a ese estilo de Vida qule la revelación del Padre nos trae Jesús.
Y hoy podemos decir que estamos ante uno de los textos mas encantadores del Evangelio, versión de Mateo, donde sobre abunda lo que se dice en el contexto, párrafo final:
“”Para ser buen cristiano basta con amar como Jesús””
Y esto es lo que se derrama a lo largo del texto evangélico de esta semana el amor de Jesús que en un primer momento alaba a Dios en acción de gracias porque se revela, nos lo revela, nos da su Reino a los que no somos ni sabios ni entendidos, sino pobres seguidores de a pie que intentamos encarnar su Vida en nosotros a trancas y barrancas, con nuestras luces y nuestras sombras, en definitiva con nuestras debilidades.
Y sigue ese derrame de amor al referirnos la interrelación del Padre con el Hijo y este con nosotros, nos llama a ese conocimiento en la intimidad, en ese privilegio de los sencillos, los débiles, los que necesitan de la misericordia del Padre, del amor del Hijo y de la fuerza del Espíritu, porque solo no podemos hacer nada.
Por último nos llama al descanso de nuestras fatigas y de nuestros agobios, a dejarnos estar en sus manos, a no preocuparnos más de nada, todo nos lo da, su yugo y su carga es suave y ligera porque no es carga, no es peso es Amor y el amor, como tantas veces he dicho es abierto, sin puerta, sin medida, es la Vida en plenitud a la que aspiramos.
Yo os aliviaré, no tengáis cuidado, miradme que soy manso, fuerte en la debilidad, fuerte en el cuidado y “uno de tantos” entre vosotros, para aliviaros de todos los temores y sufrimientos, cansancios, porque Yo he pasado por ellos
Y ello porque la fuerza del Espíritu habita en nosotros y a pesar de ello no nos damos cuenta de nada, o somos ingenuos que no es el sencillo para Jesús o lo somos y todo lo ponemos en las manos de Jesús en una es cucha constante de la Palabra.
Pasaje para meditar despacio, para alegrarnos en las fatigas, para llenarnos del Amor para darlo a los demás en nuestra poca, poquísima o mucha atención pastoral, en nuestra relación de hermanos.
Señor, gracias por todo
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir ¡AMEN!
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