DESCARGAR
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
4 comentarios:
DE LA RESPONSABILIDAD Y LA VIDA
La segunda parábola de Jesús en el debate con las autoridades religiosas del templo tiene una fuerza insuperable. Como telón de fondo entrevemos el poema de Isaías (5,2-2) que habla de una viña a la que se mimó y, en lugar de dar buena uva, dio agrazones. Era una metáfora sobre la ingratitud. Jesús habla más bien de injusticia y desengaño.
Era costumbre pagar el arrendamiento de la tierra con parte de los frutos, pero las condiciones abusivas de los arrendatarios y los fuertes impuestos, unido a las malas cosechas, fueron causa de no pocos levantamientos de los campesinos contra los terratenientes y las autoridades romanas. El hecho explicado por Jesús no sonaba extraño a sus oyentes. Lo extraño y sorprendente es que se atrevieran a matar al heredero. ¡Era ir demasiado lejos!
La aplicación de la parábola no admite dudas: El Reino de Dios fue entregado a Israel, pero éste no dio el fruto esperado, sino todo lo contrario. Por eso se dará a un nuevo pueblo que no defraudará los deseos de Dios. En el contexto del evangelio de Mateo, la parábola contiene un mensaje de aliento para una comunidad que era menospreciada por quienes se consideraban auténticos depositarios de la salvación.
Leída hoy, la parábola da pie a una seria y comprometida reflexión sobre la responsabilidad de cada generación y de cada individuo ante la historia. Creemos los cristianos que todo responde a un designio de Dios -lo llamamos historia de la salvación- y que ese designio se realiza en el tiempo con el concurso de los hombres. Dios no prescinde del hombre para salvar a los hombres. Pero aquellos a los que ha elegido como instrumentos de su quehacer, por ser humanos, pueden fallar y poner así en peligro ese designio, en cuyo caso sólo le queda apartalos y entregar la misión a otros que respondan mejor a lo que se les encomienda. La Iglesia tiene una responsabilidad en cada etapa histórica de cara a sus contemporáneos. Reunida en concilio, la entendía de esta manera: “La Iglesia sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo, para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido” (GS 3).
Esta es la misión de la Iglesia y de cada uno de los creyentes y no creo exagerar diciendo que es la misión de todo ser humano, pues, al mundo venimos porque nos tocó en suerte, pero, una vez en él, estamos para algo. Es ese algo lo que da sentido a la vida y hace al hombre feliz. Sin ello viene el vacío, el absurdo, el sinsentido del que sólo se escapa con la muerte o refugiándose en paraísos artificiales que, al desvanecerse, aumentan el dolor del espíritu. Al final todo se resuelve en una cosa: saber para qué hemos nacido y emplearnos a fondo en ello. Lo demás es correr detrás del viento.
Dm 27 TO 8.10.23 Mt 21,33-43
El pasaje evangélico tiene como centro a Jesús, entorno al cual gira la enseñanza que nos trae, partiendo del canto de Isaias como la propia profecía que Jesús hace sobre sí mismo.
Si el fin de Jesús era dirigirse a los jefes del pueblo y al propio pueblo, no por ello debemos dejar de aplicárnosla también a nosotros, pues podemos empezar reflexionando qué hemos recibido lo largo de nuestra vida, cómo hemos sido tratado?
Se nos ha regalado la fe, la iniciación en la vida cristiana, los sacramentos, la Palabra y el Pan de Vida, han cuidado nuestra formación, en Grupos, Movimientos, vida comunitaria y sobre todo ¿en cuantas Eucaristías hemos participado?.
Hemos sido viña abonada y hemos sido viñadores que no han rendido sus frutos a su tiempo, hemos dejado la Vida por tener nuestras miserias, hemos tenido por más lo menos, en una confusión de elecciones constantes, errores o desvío de intenciones consentidas dejando el Reino por nuestra parcela de aspiraciones desviadas.
En esta parábola o alegoría, como dicen los entendidos, nos podemos ver reflejados cada uno, seamos viña, viñadores, mensajeros o el propio hijo, porque no si tenemos que llegar en nuestro amor “hasta el extremo”.
Señor, tu despreciado de todo, viniste a ser el centro, el fundamento de mi vida en la Vida, sin gloria ni grandes acontecimientos, nos trajiste la Vida “como uno de tantos” y yo ¿a que aspiro? A honores, reconocimientos, agradecimientos,…….
Cuando la madre o los propios hijos Santiago y Juan, te pidieron los primeros puestos, nos dijiste que los jefes y autoridades tiranizan….”pero entre vosotros no será así: el que quiera ser el primero sea el último y servidor de todos”
Ahí está mi sitio, nuestro sitio, en servir y no pidas más, porque ello es lo que Él hizo y el discípulo no puede ser más que el maestro.
Pablo nos dice que nada nos preocupe, nos desea la paz de Dios que sobrepasa todo juicio y que pongamos por obra todos los valores positivos que les, nos enseñó y enseña cada día.
Termina el pasaje del Evangelio exaltando la piedra angular, Cristo, nuestro centro y nuestro fundamento, a Él debemos nuestra confianza, nuestra fe, nuestra total adhesión y entrega: Cristo ayer, hoy y siempre, siempre fundamento de nuestra Vida.
Señor, rezaremos con el salmista:
No nos alejaremos de tí: danos vida, para que invoquemos tu nombre. Señor, Dios de los ejércitos, restauranos, que brille tu rostro y nos salve.
No nos deje solo, pues sin Tí no podemos hacer nada, ¡ayúdanos!
Gracias, Señor, por todo.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir ¡AMEN!
El problema de los sumos sacerdotes y ancianos del tiempo de Jesús era que creían ser la piedra angular del edificio de Dios. Por eso, no les costó mucho desecharle.
Estos días, el Papa Francisco se reúne en Roma con muchos jerarcas de la Iglesia para que esta vuelva a aprender la sinodalidad, es decir, a caminar juntos, todos, unos con otros. Se trata, en realidad, de volver, como tantas veces, a recordar que la piedra angular es y será siempre Jesús, y no otra. Nada ni nadie puede arrogarse ser tal. Hacerlo, solo conlleva desprecio hacia los demás y la violencia que engendra. Y, desde luego, la imposibilidad de dar fruto. Solo si permanecemos unidos, arraigados y cimentados en Jesús, la Iglesia dará fruto y fruto que permanezca, tal como Dios quiere.
Una Iglesia que olvida que es Pueblo de Dios acaba presa de la soberbia y muy lejos del reino; no refleja su rostro, no puede dar testimonio de vida cristiana ni atraer a Jesús.
Pablo explica bien a sus queridos filipenses cuál son las actitudes a trabajar para llevar una vida que dé frutos de paz y justicia, de bondad y caridad. Una vida asentada en la piedra angular que es Jesús. Los filipenses se convierten así en la imagen de una pequeña iglesia doméstica en la que, ojalá, podamos mirarnos nosotros.
DIOS SE PREOCUPA DE NOSOTROS… ¿CÓMO LE RESPONDEMOS?
En tiempos de Jesús, igual que ahora, había injusticias y eso generaba crispación entre las personas y las autoridades.
Estando en el Templo, Jesús les habló de manera sencilla sobre lo que hacían mal, qué debían cambiar para acabar con la situación beligerante en que vivían y les propuso comportarse como hermanos, ayudarse mutuamente, tratarse como iguales, ser justos… Lo hizo para corregir a quienes hacían sufrir a diario a los pobres y, como éstos no los aceptaban, pues la paz se alteraba. Vivían así porque quienes gobernaban no deseaban perder sus privilegios y no resolvían los problemas del pueblo que sufría.
Jesús, para que lo entendieran, les propuso la parábola del “Propietario que plantó una viña”. En ella les enseñó que debían cuidar sus propiedades haciéndoles mejoras y así, quienes trabajaran en ellas, lo harían dignamente, con menor esfuerzo y rindiendo más. Un tiempo después, el agricultor arrendó la viña a unas personas, acordaron unas condiciones y éstas, cuando tuvieron que pagarle, incumplieron el contrato y respondieron violentamente contra quienes les envió para cobrarles.
Los arrendatarios recibimos del Señor un legado al nacer pero después tenemos que poner a trabajar los dones que nos entregó ese día: Siendo justos, bondadosos, sencillos y respetuosos con los derechos ajenos porque después tendremos que rendirle cuentas… ¿Nos presentaremos con las manos vacías? ¿Seremos incumplidores y violentos con Él?
Jesús preguntó a quienes escuchaban… ¿Qué hará el Señor con esas personas injustas?
Le respondieron con la incomprensión que en aquellos tiempos tenían de Dios… ¡Castigar a quienes no cumplen sus leyes!
Aquella respuesta demostró que tenían un desconocimiento grande de las Escrituras y, para que solucionaran ese problema, Jesús les aconsejó que debían leerlas con detenimiento y entonces sí comprenderían cuál era la “piedra angular” del plan que Dios había diseñado para las personas, ser misericordiosos con los demás como Él lo es con nosotros: Enterrando el egoísmo, evitando los comportamientos discrepantes, perdonando las ofensas, ayudando al necesitado, siendo justos, diciendo siempre la verdad, favoreciendo la paz y amando mucho, al prójimo y a Dios.
El mensaje religioso ha cambiado, antes se nos amedrentaba demasiado con el castigo y ahora se ha bajado el listón porque estamos escuchando que la Misericordia de Dios nos perdona pero… ¿No sería mejor matizar bien estos temas para que las conciencias no se relajen tanto?
Si lo hiciéramos así, tal vez, se practicaría más el tomar conciencia de que somos pecadores, el arrepentirnos y el confesarnos más antes de tomar la Eucaristía.
Dios no castiga en represalia por nuestros actos injustos, son éstos los que nos llevan a la destrucción. Cuando el comportamiento del pueblo de Israel fue incorrecto otros pueblos más poderosos lo invadieron y los deportaron… ¿Dios los castigó?
Opino que NO porque su Amor al pueblo de Israel siempre fue constante y quedó demostrado cuando los rescataba de la esclavitud pero, a pesar esa evidencia, ellos no comprendieron la enseñanza recibida y siguieron desviándose de su camino: Arrepentirse, pedir perdón y cambiar el comportamiento.
Publicar un comentario