DESCARGAR
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
3 comentarios:
Dm 34 TO19.11.23 Mt. 25,31-46
FESTIVIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO
Hoy terminamos un año y lo hacemos celebrando la fiesta de Cristo Rey del Universo.
Entiendo que esta fiesta debería ser más intima y siempre nos la podemos tomar así, ello en consonancia con el tono del dialogo del Señor con toda la humanidad.
Fiesta en la que celebremos que para mi, para ti, para todos Jesús es el centro de nuestra vida y en la fidelidad tomemos la enseñanza que nos propone como sugerencias en ese rosario de actividad que tenemos que tener sus seguidores, en ese velar y estar despierto, en ese hacer por los demás y así tenemos que ver ese mal llamado juicio de las naciones, pues creo, se trata de la reunión final con los suyos, que somos todos “..y serán reunidas ante él todas las naciones”
Y en esa reunión nos dirá lo que hemos hecho y lo que no, hoy las necesidades a tener en cuenta ha aumentado, las drogas, los emigrantes, los abandonados, los sin techos, los…….
¿Qué hice o qué hicimos, hacemos con estos “humildes hermanos de Dios?
Con estos humildes hermanos míos: esa es la cuestión, simple y monda, ¿dimos amor, regalamos el Reino de Dios, devolvimos dignidad, levantamos caídos, acompañamos a solitarios, a mayores decaídos, a zarrapastrosos o dimos un rodeo porque están sucios, huelen mal, están bebidos, están….. solos esperando tu, nuestra compañía.
Jesús no dijo qué era el Reino de Dios pero nos fue dejando perlas de como era y es el Reino de Dios y ahí tenemos esos cuatro libritos, bebamos de ellos la Vida, la Verdad y el Camino con fe que es un riesgo, con esperanza que es abandonarse en sus manos y con amor que es un tormento, un revulsivo.
Cristo tiene que reinar, nos dice S. Pablo, y nosotros tenemos que ser los seguidores de ese Rey que por una sola vez dijo que lo era, aunque seguidamente dijo a Pilatos que su Reino no era como el suyo, que no temiera.
Todavía no lo hemos entendido, todavía tenemos necesitados por todas partes, y gastamos en cosas fugaces, en cosas superfluas, por lo que me pregunto, busquemos a Dios en todo y en todos y aunque no lo veamos, seguro está con todos esos de los que pasamos de largo aunque seguimos yendo al templo…..
¿Qué entrañas de compasión tenemos? Ahí queda eso.
Recemos el salmo, nos hará mucho bien, es el Dios que nos cuida, el Dios que nos ama, “”… y así Dios será todo para todos””
Gracias, Señor, por todo.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enseñanos a decir ¡AMEN!
Afortunadamente, el próximo domingo, el evangelio y las demás lecturas vienen en nuestra ayuda para centrar nuestra atención allí donde debe estar: en el Dios de Jesús. En ellas encontramos un rostro más auténtico que el transmitido por el título que hemos dado a quien queremos que sea, como bien dice la hojilla, nuestro Señor.
Jesús, a quien la liturgia identifica como Rey del Universo, aunque no entendamos muy bien para qué, se identifica en el evangelio con quienes pasan hambre y sed, con los forasteros, con los desnudos, enfermos y presos; con los más pobres, pequeños, marginados y descartados de entre nosotros. Y promete la bienaventuranza eterna, a su lado, a quienes, sabiéndolo o no, los socorren y auxilian, se preocupan por ellos y los acogen, los cuidan y se compadecen de ellos. Son, como dice la hojilla, los buenos samaritanos. Creyentes o no que se desvían de su camino por apiadarse de cualquier herido u oprimido que ven a su paso, y se hacen prójimos suyos sin preguntar, sin buscar nada a cambio, y dando lo que tienen y a sí mismos.
En realidad, imitan, sabiéndolo o no, al buen Pastor de Ezequiel, que no solo apacienta a sus ovejas sino también las humaniza, tanto se preocupa por ellas; y más parecen sus hijas, hermanas o amigas que animales de un rebaño.
Esa es la experiencia que tiene de Dios el salmista, y canta su bondad y misericordia que le acompañan todos los días de su vida; le conduce, le guía y le alimenta.
He ahí nuestro Dios; ese es nuestro rey.
CRISTO REY Y EL JUICIO FINAL
El Reino de Dios está presente entre nosotros desde el comienzo de los tiempos y Jesús, siendo quien era, vino humilde para enseñarnos cómo comportarnos antes del final de los tiempos, cuando nos presentaremos ante el Padre para ser juzgados. Él nos dijo qué debíamos hacer y qué no con el prójimo pero le respondemos preocupándonos poco de sus problemas y ese poco sólo nos sirve para silenciar nuestras conciencias.
Sus prácticas no eran como son las nuestras: Participar en la Eucaristía, comulgar mucho y confesar poco, mostrarnos insolidarios con la llegada de cayucos, pasar de largo ante quienes esperan unas monedas, divulgar vídeos que siembran semillas de rechazo hacia ellos, no preocuparnos de cuidar o visitar a los enfermos y ancianos… Aunque las palabras de Jesús siempre tienen vigencia nosotros nos empeñamos en alejarnos de ellas… ¿Por qué?
Porque Él amaba de verdad y ayudaba sin buscar aplausos pero nosotros nos comportamos como los fariseos, ávidos de ellos.
La historia del pueblo de Israel se escribió salpicada de sufrimientos y por eso pensaban que Dios los había abandonado. Ahora también tenemos esa sensación y es un error porque el Señor, sin mostrarse, siempre da respuesta a nuestros problemas. En las deportaciones los profetas les ayudaban a no desfallecer y a permanecer firmes en la fe.
Pasaron los años, no olvidaban y deseaban expulsar a los invasores pero Jesús les hablaba de cambiar con ejemplos tomados del entorno y ayudando al prójimo dándole de comer, curándolo, perdonándolo, enfrentándose a los poderes públicos o religiosos, denunciando las injusticias…
En esas prácticas les mostró el Reino de Dios como un plan de convivencia pacífica entre hermanos, sin violencia y sin engaños, donde reinara la justicia, se acabaran los odios y los egoísmos, todos fueran iguales y hubiera paz.
Ahora participamos en los cultos pero ayudamos poco al prójimo porque aún no hemos entendido a Jesús o no deseamos abandonar nuestra plácida vida.
No podemos aspirar a entrar en el Reino de Dios diciendo que amamos a Jesús, el que tanto amaba a los pobres, y a la vez actuar a diario en la sociedad acumulando riquezas que empobrecen más a otras personas, comportamiento equivocado que Jesús denunciaba.
El Señor es como el buen pastor, se preocupa de las personas y, de manera especial, por quienes son zarandeados con fuerza por las adversidades.
Al final de los tiempos viajaremos al Reino con los deberes hechos porque se nos juzgará teniendo en cuenta lo que aquí le hicimos al prójimo.
Publicar un comentario