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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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4º DM de Adviento – B – 24.12.23
Esta última semana del Adviento, es de María, nuestra Señora de la Esperanza, Nuestra Señora de la Humildad, Nuestra Señora Creyente, la que todo lo tenía en las manos de Dios, la que nunca dudó, la que siempre tuvo y tiene el corazón abierto, a Dios y a los hijos de Dios, empezando por el que engendró.
El pasaje evangélico comprende la Encarnación de Dios, la Encarnación del Verbo, del Hijo del Padre, el inicio del plan de Dios sobre la humanidad y lo hace anunciando a una virgen adolescente si quiere participar en la obra de Dios.
El Ángel le dice que se alegre, que está llena de gracia y que el Señor está con ella, palabras todas que inician nuestra más común oración dirigida a María, el resto será de Isabel, en Efeso la proclaman Madre de Dios y la devoción de los fieles el resto y con ello tenemos esa oración maravillosa que encierra el más bello piropo que una mujer podría recibir.
Detrás del saludo viene la encomienda, ser Madre de Dios y aquí el dialogo con el Ángel, sin rechazar nada, silencio y escucha, abierta a los designios de Dios, con naturalidad quiere llegar a conocer su colaboración y ante el misterio, María simplemente dice “hágase”.
Y empieza para María dar razón de su buena esperanza, que no debió ser fácil, pues qué muchacha le dice a sus padres “estoy embarazada” y además, “de ningún hombre”, sino de Dios: consideremoslo y veamos en ello la grandeza de María, el valor de cumplir la voluntad de Dios con esa entrega, sin reserva, sin obstáculo alguno, sino que sintiéndose esclava, contesta, “hágase en mi según tu palabra”.
La lectura del evangelio de hoy debería ser lectura obligada en nuestra oración, es el inicio del plan de Dios desde que el hombre, en su libertad, se escondió porque estaba desnudo, porque entró la conciencia del mal, al llegar a nuestra vida la capacidad de elección y elegimos, pero elegimos mal, era y somos débiles, debilidad que se nos da con la vida.
María es nuestra escuela de todo, pero sobre todo, maestra del silencio y de la escucha, de la obediencia, de hacer vida la voluntad de Dios a la que no ofreció resistencia alguna, pues el conocimiento de lo que se le anunciaba no era más que la natural apertura al misterio, así fue, es y será nuestra Madre que a lo largo de la vida pública de Jesús tubo la energía del silencio, la guarda del misterio, la fidelidad, la que quería velar por Jesús ante la incomprensión de lo que sucedía por los pueblos de Israel, ante el dolor y aceptación de la Cruz, ante la gloriosa Resurrección y ese inicio de la primera Iglesia en oración, tras la Ascensión: María, sin bulla ni aparatosidad, estuvo en la vida de Jesús y está de igual manera en la nuestra y me pregunto si a ella le agrada tanta superficialidad en su veneración, ahí lo dejo, porque entiendo, y que me saquen de la duda, que nos hemos pasado un poco o un mucho.
Tengo un especial aprecio a una pintura de una Virgen Dolorosa, de Murillo, está en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, de lo más atípica: la Virgen, sentada, vestida como una judía más, sin adorno alguno al uso de por aquí, mirando hacía arriba, con expresión de dolor intenso, esperando de ese Cristo, de ese Hijo, el cumplimiento del plan de Dios, su entrega por habernos entregado una vida, un camino, la Vida en Plenitud: ahí tenemos la Virgen de la Esperanza, la que en cada Navidad de cada día sigue aguardando que nosotros recibamos a su Hijo, nuestro hermano, con la fuerza del Espíritu, que ella vivió y recibió.
Cantaré eternamente la misericordia del Señor
Señor, gracias por todo
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enseñanos a esperar, a tener esperanza, a gritar ¡MARANATHA!
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