DOMINGO 6º-B

sábado, 3 de febrero de 2024
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3 comentarios:

Paco Pérez at: 08 febrero, 2024 14:13 dijo...

JESÚS AYUDABA… ¿QUÉ HACEMOS NOSOTROS?
En el pasado, cuando las personas enfermaban se preocupaban porque las ayudas no existían, ocurrió en Israel y en todos los pueblos. Hoy, la medicina intenta ayudar al enfermo con respuestas sanadoras pero antes de Jesús lo que hacía la sociedad era aumentarle el problema pues, además del dolor de enfermar, recibían el impacto de verse rechazados y obligados a vivir alejados de los núcleos urbanos.
Vino Jesús y todo cambió pues su manera de comportarse con ellos dejó en evidencia a quienes dirigían la religiosidad… ¿Por qué?
Porque enseñaban que la enfermedad era un castigo de Dios y los aislaban en unas condiciones inhumanas. Si Moisés y Aarón establecieron el aislamiento fue como norma preventiva y para evitar los contagios masivos, lo que ocurrió en 2020 con el Covid, pero no se concentró a los enfermos en guetos. Los sacerdotes, con los leprosos, eran los responsables de certificar la enfermedad, el aislamiento y la posterior recuperación o no de las personas.
Pasaron los años y, cuando comenzó Jesús a predicar, todo seguía igual. Él decía y hacía cosas diferentes pero de su comportamiento aún no hemos aprendido que el Padre actúa de manera diferente en cada época porque lo hace en función de las necesidades que tenemos. Durante el Éxodo les prescribió aquellas medidas y con Jesús ya cambió aquel formato porque tenía poder para sanar a los enfermos que acudían a pedírselo con FE, el leproso sí lo hizo así y sanó… ¿Lo hacemos nosotros o empleamos otros caminos?
El fanatismo religioso no evolucionó y se comportaba como si siguieran caminando junto a Moisés por el desierto… ¿Por qué?
Porque no podía negar lo bueno que hacía Jesús pero sí lo acusaba de tocar a los enfermos y, además, hacerlo en sábado. Ellos no comprendieron que Él les traía otro mensaje y por eso siguió tocando y curando a las personas leprosas, demostrándoles así que estaba junto a ellas porque las amaba, porque Dios no las había castigado y porque si Él lo hacía así era para enseñarles que ayudar a los débiles estaba por delante de los preceptos religiosos y de sus prohibiciones.
Debemos reflexionar sobre las enseñanzas de Jesús porque así descubriremos qué nos propone que hagamos dentro del modelo de religión que tenemos… ¿Aprobaría lo que hacemos o volvería a romper las mesas de los cambistas?
No olvidemos que… ¡Nunca es tarde para cambiar y mejorar!
Pablo nos enseña que todo lo que hagamos debe estar orientado a dar gloria a Dios siguiendo el ejemplo de Jesús y para ello nunca realizaremos actos que nos hagan pecar sino aquellos que sirvan para ayudar a lograr la salvación de todos y no buscar sólo la de nosotros.

juan antonio at: 09 febrero, 2024 09:49 dijo...

6º Dm TO, 11.2.24 Conocimiento y sanación
El evangelio de este sexto domingo nos trae la curación de un leproso.
Hoy la lepra no es lo que era, pero seguimos teniendo esta lacra, curable, pero está ahí y está como enfermedad y como situación personal, como mancha que cubre nuestra alma de todo aquello que queremos a pesar de que nos hace “impuro”, impureza que no percibimos porque “es normal”, ya que vivimos en una sociedad no solo alejada de Dios, sino alejada de los hombres, de los valores humanos más humanos: esa es nuestra lepra, el alejamiento de nosotros mismos y der los demás.
El evangelio de hoy empieza con una palabra que entiendo dice mucho “Si quieres””, esta palabra presupone en el enfermo un conocimiento de Jesús, presupone una fe, una confianza, él sabe quien es Jesús y por ello “acude a él”.
Podemos preguntarnos qué conocimiento de Jesús tenemos nosotros, que conocimiento buscamos, que encuentro tenemos con Jesús, qué experiencia tenemos de Jesús, acudimos a Él: vemos en Él la Vida, la Verdad y el Camino?. Hagamos discernimiento sobre ello.
La semana pasada veíamos a Jesús alejarse a un lugar solitario…… a hacer oración, comunicación, relación, intimidad ……. y yo? Ese alejamiento, ese estar solos…... nos hace cercano a Dios y a los hombres en nuestro conocimiento y solidaridad, solidaridad que no es más que el sueño de Dios.
Somos todos iguales ante Dios? ahí queda eso.
Viene ese dialogo necesario de todo encuentro, de toda cercanía, en el que Jesús rompe todas las reglas, rompe todos los tabúes, porque para Él lo más importante es la persona humana, centro del Reino de Dios y contra toda regla se conmueve, extendió la mano, lo tocó y lo curó.
Si de verdad fuéramos seguidores de Jesús, así de forma radical como nos quería y nos quiere, pues en su seguimiento no caben las medias tintas ni pasar de largo, sino que hay que implicarse, hay que mojarse en la miseria humana para que todos seamos dignos hijos de un mismo Padre, así haríamos vivo el Reino de Dios en nosotros.
Hay que romper reglas y los tan cacareados protocolos, importa la persona y aquí dejo el salmo numero ocho, “que es el hombre para que te acuerdes de él……..” (leer) lo más grande de la creación y cuantas personas están olvidadas por nuestras calles y plazas que no vemos porque vamos ligero al templo. Pena verdad?, pero muchas veces es así, sobresale, gana lo superfluo y dejamos lo verdadero, el Amor, sí, con mayúscula.
Termino con la primera pregunta de la Hoja y que nos trae S. Pablo “no deis motivo de escándalo” y que razón tiene el autor de la Hoja, pues cuantos se han alejado por nuestro mal testimonio, por nuestra incoherencia, por decir una cosa y hacer lo contrario, muy del modo de hoy hasta en lo público, pero no debe ser así entre los hijos de Dios, entre los que nos llamamos seguidores de Jesús, del camino que nos dejó y a veces en ese seguimiento olvidamos qué es la Iglesia y nos quedamos con lo material, el templo, la religión, la nuestra, la verdadera, la de los demás pero sin vida, vacía….
La Iglesia es Sacramento de Dios, tenemos que hacerla santa e irreprochable y dejarnos de criticar tanto a las alturas de la misma o ¿es que criticar nos verdad absoluta?
Cuántos escándalos se ha producidos y se producen cada día entre nosotros porque no vivimos, no seguimos las enseñanzas y hechos de aquel que decimos seguir y una vez más preguntémonos ¿cuánto de evangelio hay en nuestras vidas?
Hagamos vida las palabras del salmista: alegraos justos gozad con el Señor.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a decir ¡AMEN!

Maite at: 09 febrero, 2024 17:35 dijo...

El Levítico explicaba con meridiana claridad toda la normativa legal, que era también religiosa, del tiempo de Jesús. Una normativa que, por un lado, protegía del contagio a una sociedad que no sabía hacerlo de otro modo y, por otro, marginaba profundamente al enfermo en nombre de Dios, lo aislaba y denigraba, lo deshumanizaba hasta el límite. Y la jerarquía religiosa del tiempo, bien amparada en la Ley, no tenía reparo en llevar esa marginación a gran cantidad de personas. Hacía tiempo que había dejado de ver a hombres y mujeres como a tales.

Estos domingos somos testigos de las curaciones de Jesús y de cómo, con ellas y a través de él, llegan a los más desamparados la liberación y la sanación integrales de Dios. Esta vez, en la curación del leproso, Jesús introduce un elemento que se puede entender como reivindicativo, de alguna manera. Al pedirle que se presente al sacerdote no solo pretende su integración en la sociedad, sino también “que conste” y “que les sirva de testimonio”: Dios no quiere la marginación ni la exclusión de nadie; y menos en su nombre.

Si Pablo se tiene por imitador de Cristo, Jesús es fiel reflejo del Padre. Quién sabe cuántas veces oró Jesús con el salmo 31 y sabía hasta qué punto Dios puede ser refugio y sentirse uno rodeado de cantos de liberación en su presencia, absuelto y perdonado. Dedicará toda su vida a llevar estos cantos de liberación por doquier.

Lo cierto es que leprosos, enfermos y marginados se acercan a Jesús, le buscan, y Jesús se compadece, se conmueve en las entrañas y no repara en tocarlos a pesar de la prohibición expresa de la Ley y sus representantes.

Hoy contemplamos estas escenas cuando muchos cardenales y obispos de nuestra Iglesia se escandalizan por la decisión del Papa de autorizar la bendición a las parejas gais. En estos días, en numerosas ciudades españolas se bendicen animales por San Antón y roscos por San Blas. ¿Hasta qué punto está siendo la Iglesia un hospital de campaña, un recinto de misericordia y compasión, un lugar de sanación para los más necesitados? ¿De verdad acogemos a todos y no marginamos a nadie? Si hay censuras y normas que siguen excluyendo y haciendo sufrir a las personas, algo está fallando todavía.