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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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3 comentarios:
DOMINGO 11 T.O.* B *16.06.2024
Hace tres años iniciaba esta reflexión con las palabras “dejate llevar”, quizás llevado por el propio texto de la hoja.
Hoy quiero iniciarlo haciendo una llamada a nuestra confianza, a nuestro estar en las manos de Dios, a nuestro abandono en el Padre Bueno en relación con las enseñanzas de las parábolas que hoy comprende el evangelio.
Son parábolas que nos habla del Reino, Reino que todos los días pedimos a Dios cuando rezamos el Padre Nuestro pero ¿somos poco consciente de ello o… qué?.
Jesús no nos dijo exactamente qué es el Reino, a pesar ello de que toda su actividad fue anunciar el Reino de Dios y luchar por él.
Nos fue dando pinceladas en las parábolas con las que enseñaba a las gentes y nos sigue enseñando y así nos va desgranando qué es el Reino de Dios, el Reino se parece…, se puede comparar, es como el comerciante….
En el profano entender del que suscribe, el Reino de Dios es el sueño de Dios, es la fraternidad humana por la que hay que luchar, es la justicia que hay que restaurar, es el pan del hambriento, el agua del….. es el Amor de Dios y el nuestro partido y compartido, hecho realidad cada día.
Y unas veces se nos exigirá una actuación determinada y otras veces dejarse llevar, confiar, abrir nuestro corazón como buena tierra para que la acción de Dios nos llene y nos haga germinar nuestras buenas obras, en silencio, pero poniendo nuestro granito, la semilla y en su punto la hoz.
El Reino de Dios se puede comparar con el grano de mostaza… pequeño, porque Dios es un enamorado de las cosas pequeñas, pero inmenso cuando brota y crece y acoge a todos los que a sus ramas se posan y a su sombra se cobija, es decir el Reino de Dios es para todos, el Reino de Dios no excluye a nadie y Jesús lo demostró, acogió desde los publicanos, las prostitutas, excluidos por la enfermedad, la dolencia o el poder, los pobres, los desarrapados, esos que a nosotros nos repele... qué vergüenza... pero es verdad, si no, veamos que contacto tenemos con los que nos aguardan pidiendo a las puertas de nuestros templos… mirate y miremos qué hacemos, como el sacerdote y el levita o te paras como el samaritano…. qué hago?
El Reino de Dios es Amor y lo demás es … eso, ná.
El final del evangelio se nos dice que Jesús, en privado, les explicaba las parábolas a los discípulos: qué poco se dice de estas intimidades de Jesús y los suyos, son esas relaciones que fueron conformando poco a poco el corazón y la mente de aquellos israelitas, la mayoría, rudos y casi analfabetos y con una idea de seguimiento contraría a la que Jesús traía, pero Él sembraba y la fuerza del Espíritu hizo el resto: quedate a los pies de Jesús, pierde tu tiempo en el Sagrario, escucha el silencio de tu mente y la voz de Jesús y saldrás lleno de Dios para los hermanos.
Con el salmista, digamos y hagamos. ¡Qué bueno es darte gracias, Señor!
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir ¡AMEN!
10.6.24
La hermana madre tierra
Así la llama San Francisco de Asís en su Cántico de las Criaturas: la hermana madre tierra. Dice de ella que es “toda bendición” y “que da en toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color”; y porque “nos sustenta y rige”, exclama con ardor: “¡Loado mi Señor!”.
Esta misma tierra es la protagonista de la parábola de Jesús, que dice de ella que “va produciendo fruto sola”, y acaba enumerando con primor toda la labor que desempeña: “Primero los tallos, luego la espiga, después el grano”. A nosotros, en cambio, nos pierde el afán de protagonismo. Unas veces, por ansias de poder, de figurar; otras, porque nos creemos, sinceramente, el ombligo de toda empresa humana y divina. Como si nada pudiera salir adelante sin nuestra inestimable planificación, análisis de todos los pormenores, previsiones y organigramas. ¡Ah!, y las reuniones; que hacen falta muchas, pero muchas de ellas para que algo dé el fruto esperado.
Jesús, en cambio, compara el reino con algo que ha de ser sembrado; ni más ni menos. Incluso puede tratarse de la semilla más pequeña, como un grano de mostaza. ¿Quién podría hacer por sí mismo que una semilla tan pequeña se haga tan alta? Hay cosas, demasiadas, que no dependen de nosotros, ni un ápice.
Para Ezequiel, es Dios quien puede escoger una ramita verde y tierna, arrancarla y plantarla donde quiera, y hacer de ella un cedro magnífico. Y el salmista contempla el libro abierto de la naturaleza y ve al justo como una palmera; alzándose como un hermoso cedro del Líbano, plantado en la casa del Señor, lozano y frondoso aun en su vejez, y dando fruto todavía.
De Franz Jalics, jesuita húngaro, maestro de contemplativos, decían quienes le conocieron que bastaba su sola presencia en un rincón para irradiar a Jesús. No necesitaba ni hablar, ni predicar, ni realizar obras brillantes. Era consciente de que le bastaba con ser; ahí estaba Dios, que sí actúa y realiza su obra cómo y cuando quiere.
Eso no quiere decir que no tenemos nada que hacer: hay que sembrar sin cansarse, con toda el alma. Al decir de San Ignacio, como si todo dependiera de nosotros, pero dejando el resultado en manos de Dios, como si todo dependiera de él. Como Pablo, que exhorta a las buenas obras buscando agradar al Señor, llenos de buen ánimo, mientras caminamos en la fe. Haciéndolo desde un yo auténtico, liberado del egoísmo y las falsas expectativas que hacen crecer al falso yo, se dejan libres las manos de Dios para dar crecimiento y decidir los tiempos de la siega.
LAS PARÁBOLAS. EL MÉTODO PARA MOSTRARNOS EL REINO
Jesús predicaba con parábolas, un modelo particular de la cultura que tenían, pues facilitaba la comprensión de sus mensajes. En ellas incluía temas del entorno agrícola y algo misterioso que no se mostraba con claridad pues así
despertaba en ellos el interés por conocerlo y que descubrieran a quien estaba detrás, el Padre.
Les habló de la siembra de las semillas, de los procesos ocultos e invisibles que ocurren en ellas de manera natural y como nace la planta, se desarrolla y da frutos sin que intervengan las personas. Así les enseñó que preocuparnos por lo desconocido es inútil pues no podemos cambiar el curso de los acontecimientos porque no podemos modificarlos.
También estableció una comparativa entre la semilla que se deposita en la tierra y la palabra evangelizadora que va destinada a las personas… ¿Seguimos el mismo camino?
No, porque las prisas impiden esperar el tiempo que necesitan las personas para que se desarrolle en ellas la espiritualidad y que dé buenos frutos.
Ocurre cuando no recorremos el camino que nos enseñó Jesús en sus ejemplos, insistir y no desfallecer. Eso hace que nos desilusionamos pronto pues deseamos obtener buenos resultados de inmediato y olvidamos que si el pan tiene su tiempo de cocción la evangelización también.
Como las prisas suelen ser el motor impulsor de la evangelización pues la espiritualidad no arraiga bien y los frutos no son los adecuados… ¿Puede crecer una planta robusta sin recibir los cuidados que favorecen su desarrollo?
Ante esta realidad me he preguntado muchas veces… ¿Seguimos el ejemplo de Jesús sobre la edad adecuada para recibir el Bautismo?
Creo que no y por eso se debe comenzar conociendo bien a Jesús leyendo la Biblia-no tenemos otro camino- con la ayuda de una buena orientación y después, si los frutos son buenos, las personas pedirán el Bautismo cuando deseen recibirlo porque conocen qué van a recibir y no como se hace ahora.
Pablo predicaba empujado por la fuerza que le daba el cambio que había dado a la vida poco recomendable que llevó y les aconsejaba que no vivieran en actitud pasiva permanente sino luchando para abandonar la oscuridad y caminar por la luz. Les propuso luchar cada día contra el mal y no retroceder pues al no hacerlo se vive dentro de un cuerpo que camina sin sentido y lo correcto es hacerlo empujados por la confianza que nos da saber que el Señor nos espera.
Cuidar la fe nos ayuda a levantarnos y la verdadera liberación sólo está junto al Señor pero sólo se alcanza si hacemos cosas buenas y el día que estemos en su presencia se nos valore lo bueno que hemos hecho.
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