30 JUNIO 2019
DOM 13-C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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SEGUIR AL MAESTRO (Lc 9,51-62)
Cuando llegó el momento oportuno, Jesús tomó la determinación de ir a Jerusalén para predicar en el corazón de Israel –en el templo– la Buena Noticia del Reino, a pesar del peligro que ello suponía. Los samaritanos –debido al enfrentamiento religioso entre este pueblo y el judío– se niegan a darle hospitalidad y a los discípulos les salta la vena justiciera. Pero Jesús corta en seco: no ha venido a dar muerte sino vida. Tal vez ésta sea la primera característica de un verdadero discípulo del Nazareno: dejar de lado la autosuficiencia, la ira y la venganza y asumir la humildad, la paz y el perdón.
Luego están quienes se ofrecen animosos a seguir a Jesús tal vez porque no se dan cuenta de lo que ello significa. Él les advierte que el seguimiento sólo es posible desde la renuncia más completa. Tampoco cabe posponer la respuesta cuando él llama o andar con nostalgias por lo que se deja atrás. Todo se reduce a una cosa: la libertad interior. Quien tiene el corazón apegado a sus posesiones, a sus tareas o a sus afectos no tiene la libertad necesaria para asumir el destino del Maestro.
La verdad es que choca bastante la radicalidad con que habla y, por ello, nos inclinamos a pensar que tal vez sólo se trate de una metáfora. Pero no hay nada que justifique una interpretación semejante. La llamada de Jesús es exigente y no se anda con medias tintas ni componendas. El texto evangélico no es ambiguo. El problema es nuestro porque vivimos en un tiempo que ha hecho de la provisionalidad uno de los rasgos más sobresalientes de nuestro modo de vivir, como puede verse en hechos como estos: se ha perdido la estabilidad laboral; los políticos están satisfechos si consiguen terminar la legislatura; aumentan las rupturas matrimoniales y crece el número de parejas de hecho; en algún país se ha planteado el matrimonio temporal... A todo le añadimos un "por ahora". Es como si la vida fuera un asunto de usar y tirar.
Hay quienes defienden este modo de vivir y de entender la vida. Pero olvidan algo: que la provisionalidad genera inseguridad; la inseguridad, angustia; y la angustia es uno de los sentimientos que más desequilibra la mente y el espíritu. La cultura de lo provisional conduce a una sociedad física, psíquica y espiritualmente enferma. Los profetas que predican el rechazo al compromiso por considerarlo inhumano, anacrónico o utópico deberían preguntarse a quién sirven realmente.
Considero que hoy más que nunca las exigencias de Jesús están vigentes y conservan toda su frescura como un camino de humanización. Ser fiel a la palabra dada, perseverar en la decisión tomada, seguir a pesar de las dificultades, tener el valor de decidir y comprometerse no son cosas que atenten contra la dignidad de lo humano. Muy al contrario: son rasgos que engrandecen a quienes tienen el coraje de vivir según ellos.
Antes de que los cristianos se llamaran así, se denominaban “Seguidores del Camino” y ello por ser lo que eran, seguidores de un camino trazado por Jesús y que nos trae el Evangelio de esta semana y el camino que Jesús emprende a Jerusalén, con todo lo que ello entraña, es el cumplimiento de su misión y su muerte porque estorbaba.
Jesús emprende el camino y nosotros emprendemos el camino al escuchar en nuestro corazón la voz de Jesús que nos dice “Sígueme”.
La hemos oído desde nuestro bautismo y que de mayor hemos seguido poniendo nuestra confianza en el Dios de Jesús, en el Dios que Jesús nos mostró y del que nos enseñó su amor y su rostro.
Y hoy Jesús nos da unas pautas para ese Camino, que no es otro que nuestra santidad, vaciarnos de nosotros para llenarnos de Dios, y esas pautas pueden resultar chocantes o extremadamente radicales y para muchos o muchísimos, imposibles de seguir.
Ni son radicales, ni son imposibles de seguir, porque esas pautas los que nos viene a decir es como es el AMOR, el amor de Dios y el amor nuestro, amor que no tiene límites, ni vallas, ni puertas, el amor “no falla nunca” como nos dice el Apóstol Pablo, es decir es infinito y esa es la vocación del amor, para siempre y ahí y así tenemos que meditar el Evangelio de esta semana, en mi profano parecer y desde esa perspectiva “seguir el Camino” emprendido por Jesús y sin miedo a las persecuciones, difamaciones, insultos…….., SIGUEME, pues tú, yo, nosotros, seguidores de Jesús, sigamos su camino, viviendo y conformando nuestra vida con la suya y así ser luz para otros que tienen olvidada aquella llamada de “Sígueme” , quizás porque nadie ha hecho por recordárselas con su palabra y con su vida, misión de todo seguidor de Jesús, proponer a Jesús como Vida, Verdad y Camino.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN
Hay distintas respuestas a la llamada del Señor o ante él que pasa. Lo que siempre pide es radicalidad, o determinada determinación, que diría Santa Teresa. O lo que vivía el salmista, que hizo del Señor el lote de su heredad o toda su herencia, la más preciada, la única.
Y por dar al Señor todo su corazón, entero, sin hacer partes ni división, encontró la bendición, la seguridad y la confianza, un amigo, un compañero de camino y un amor para la vida.
En la invitación de Cristo encuentra Pablo una llamada a vivir en libertad, la más exigente y plena que pueda darse. La que libera de toda esclavitud y obliga a caminar en el amor a los demás. La que nos permite movernos al aire y soplo del Espíritu, impulsados por su aliento y libres del yugo de la ley.
Nadie dice que seguir al Maestro sea fácil. No lo fue para Eliseo, que seguía a Elías, ni para el salmista, que conocerá el llanto, la enfermedad y la noche. Ni para Pablo o los discípulos de Jesús, que vivirán en carne propia los misterios gozosos y luminosos, pero no se librarán de los dolorosos y la cruz.
Pero ¿quién dijo que lo fácil es lo mejor de la vida?
Este domingo nos encontramos un evangelio sorprendentemente duro:
Dos Apóstoles pidiendo permiso al Señor para echar fuego del cielo y abrirse paso entre la gente y un Jesucristo impaciente que pide a un hombre que le siga saltándose la obra de misericordia que es enterrar a los muertos. ¿Realmente es éste el Corazón de Jesús?
Esta semana hemos celebrado la Consagración de España al Corazón de Jesús: lo último de su cuerpo que nos ofreció después de muerto en la Cruz. Aparentemente es una contradicción tanta ternura y tanto Amor con la intransigencia del pasaje del evangelio.
Mi interpretación es que ambos acontecimientos son perfectamente compatibles.
Tengo delante una estampa del Corazón de Jesús que dice: “Jesús en ti confío”
Aunque las penas o los acontecimientos nos desgarren, tenemos que confiar siempre en el Corazón de Jesús más allá de excusas y de dudas.
El tiempo para Dios no es que medimos con nuestros relojes ni con nuestras prisas ni miedos. Confiemos en Él porque incluso después de muerto y antes de resucitar, tiene siempre un regalo precioso para nosotros: nada menos que su Corazón.
Jesús en ti confío.
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