16 JUNIO 2019
TRINIDAD-C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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DIOS Y LO HUMANO (Jn 16,12-15)
El misterio de la Santísima Trinidad –Dios es uno en una triple manifestación– resulta a muchos un misterio poco útil y así es si tratamos de comprenderlo desde la lógica matemática, es decir, como si se tratase de un teorema que hubiese que explicar. Pero la revelación cristiana no es un ejercicio de clarificación de misterios ocultos con el objetivo de satisfacer la curiosidad humana, sino la manifestación de claves existencia¬les, es decir, de una verdad que ayuda al ser humano a descubrir su esencia y a vivir humanamente. No en vano dicen las Escrituras que el hombre está hecho a imagen de Dios. En definitiva, de lo que se trata no es de conocer el misterio del Dios, sino de conocer el misterio del hombre y de su existencia en el mundo. La verdadera pregunta no es cómo se entiende el misterio de la Sma. Trinidad, sino para qué se nos revela ese misterio.
Decimos que Dios es uno, no que sea un solitario, un ser ensimismado, encerrado en sí mismo, desconectado de todo lo que no sea él. Sería como divinizar el egoísmo. Dios es comunión, es decir, no es un yo sin un nosotros. Y ésta es la primera clave de nuestro ser y de nuestro existir. Sólo podemos ser nosotros mismos con los demás. Quien se encierra en sí mismo se hunde en el pozo profundo de la neurosis. Quien mira hacia el fondo se hunde cada día más. Sólo quien mira hacia lo alto y hacia afuera puede salir de esa enfermedad de la mente y del espíritu que es el ensimismamien¬to.
Decimos que es Padre-Madre, es decir, origen y fuente de la vida, amor que se da, que se entrega, que se comunica. Es donación. En el gesto fecundo de darse encuentra el ser humano lo mejor de su esencia. No hay gesto más humano ni más dichoso que el de dar la vida que uno es. Me pregunto si la cultura del sexo sin riesgos –es decir. sin la complicación de los hijos– es un camino hacia la felicidad o, por el contrario, un callejón sin salida. Decimos que Dios es Hijo, es decir, el amor pasivo, el amor que se acepta, que se recibe. Es la acogida. Se trata de reconocer la otra cara del amor, aquella que nos permite ser amados y gozar en ello. Puede decirse que el ser humano es alguien que abraza y es abrazado, porque sólo en el abrazo mutuo está el ser completo. Lejos de nosotros la autosuficiencia del que cree que se basta a sí mismo. También éste es un solitario. Y decimos que Dios es Espíritu, es decir, vida. Es el amor en sí mismo, la corriente vital que fluye entre aquellos que se abrazan, la conciencia de la unidad más allá del ser de cada uno.
Dios es Trinidad y lo es el ser creado a su imagen. Tal vez a alguno le parezca poesía, pero una poesía destinada a iluminar la tosca prosa de la realidad. Dios es donación, acogida y amor. El ser humano o es eso o no es nada.
Francisco Echevarria.
Este Domingo, en el Evangelio, Jesucristo habla del Espíritu Santo como El Espíritu de la Verdad. Los cristianos hemos convertido nuestra Fe en mero humanismo cobardemente buenista sin compromisos y el enemigo nos ha engañado conformándonos con esa simple aspiración para que no busquemos más: ¡¡¡ nosotros que somos Hijos de Dios y estamos redimidos por la Sangre de Jesús!!!
En el Evangelio del lunes nos dijo Jesús que podemos curar enfermos, limpiar leprosos, resucitar muertos y expulsar demonios. ¿Realmente nos lo creemos? ¿Realmente tenemos esa confianza en Dios y esa Fe?
¿Sabemos que Santa Teresa de Jesús resucitó a su sobrino y también a una niña?
Esta semana ha sido la fiesta de San Antonio un enorme Santo ¡¡¡ al que las chicas piden un novio!!!.
Nuestra Fe tiene que ser algo más, mucho más: tenemos que tener la certeza absoluta y a ojos cerrados, de que los Ángeles, los Santos y la Divina Providencia velan constantemente por nosotros. Que Dios nos ama más de lo que nuestras mentes puedan imaginar, ni siquiera atisbar y que Cristo, con su Resurrección y el Espíritu Santo nos han dotado de unos poderes que acobardan al Demonio y le quitan todo poder: por eso nos miente constantemente para que no nos demos cuenta.
Si supiéramos lo que nos quiere Nuestra Madre la Virgen, lloraríamos ¡¡¡ de alegría!!!
Hoy es el día pro orantibus, por los consagrados que rezan por nosotros. Recemos nosotros por ellos para testimoniarles nuestra gratitud por su ímprobo esfuerzo y para que Dios les ilumine, les apoye constantemente y promueva vocaciones porque son el mayor tesoro de los que somos la Iglesia de Cristo.
¿Nos los merecemos? ¿Pensamos en sus sacrificios?
Espíritu Santo, Amigo, te pido por los consagrados. Tú sabes de sus dolores, renuncias y generosidad. Sé que les vas a amparar siempre y te doy las gracias con todo mi corazón.
La pequeña preguntó: Papá, ¿qué es la Trinidad? Y el padre contestó: Trinidad es todo lo que puedes contemplar y disfrutar de Dios. Ya que es difícil saber cómo es, puedes mirar con atención qué hace y descubrirlo así.
Si observas el cielo, con la luna y las estrellas, y el mar, con todo lo que bulle en él; si contemplas la tierra, con las flores y frutos, los hombres y animales, verás la creación de Dios. Entonces sabrás que Dios es Padre, y que cuida de todo y de todos.
¿Sabes dónde puedes ver el rostro de Dios, su mejor imagen: en Jesús? Gracias a él estamos en paz con Dios, porque el Padre, gracias a Jesús, nos perdona y nos hace hijos suyos, como él. Jesús es uno con el Padre. Ambos están unidos por el Amor, que es el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo derrama en nuestros corazones el amor del Padre, y eso hace que en medio de las dificultades de la vida encontremos paciencia y esperanza. Hace de cada cristiano otro Jesús, que pase por el mundo como él, haciendo el bien y trabajando por el Reino de Dios. Nos hace testigos y misioneros, discípulos suyos y servidores de los demás.
¿Sabes que la Trinidad vive en tu corazón? Encuentra ahí a Dios y entabla con él una relación de amistad. Hallarás fuerza y luz, consuelo y alegría, pase lo que pase en tu vida.
Hay una santa en la Iglesia que descubrió todo esto y lo vivió con todas sus fuerzas desde niña hasta que murió aún joven. Se llamaba Isabel de la Trinidad. Decía que el día en que descubrió esto todo se le iluminó, y que había encontrado el cielo en la tierra, porque el cielo es Dios y él estaba en su alma.
La cría volvió a preguntar: ¿De veras está dentro de mí la Trinidad? ¿Cómo puede caber ahí si soy tan pequeña? Y el padre respondió de nuevo: Querida, lo que más le gusta a Dios es hacerse pequeño.
Santísima Trinidad 16.6.19
Como siempre nos ponemos ante el papel para tratar de reflexionar sobre el misterio de Dios y tendríamos que preguntarnos ¿quién soy yo para hacer esto? Pues sé que mi reflexión será pobre, a penas balbuceo de lo que el nombre y esencia de Dios, Dios Uno y Trino encierra en sí.
Desde el principio, desde la creación del hombre, las Escrituras nos habla de un Dios plural, comunitario, pues entonces dijo Dios “HÁGANOS al hombre a nuestra imagen y semejanza” y así fue y por eso creo que podemos atisbar un poco, de lejos, muy de lejos, lo que significa esta Festividad de la Santísima Trinidad.
Comprender un misterio nunca, aceptar el misterio como nos lo ofrece el pasaje de Juan, vendrá el Espíritu que os hará comprender todo, todo lo que yo he recibido del Padre y os he trasmitido y él me glorificará (manifestará).
En este corto pasaje se nos ofrece el misterio insondable de Dios, que es “misterio, no oscuridad, sino hondura de amor y vida”.
Esta festividad no es para hacer elucubraciones, sino para saborear el amor de Dios que se nos ha derramado en el Espíritu y en su Hijo, haciéndonos hijos de Dios y hermanos de todos, pues si olvidamos esto último, es que no hemos comprendido lo primero
No desechemos las enseñanzas de cada Domingo, recemos con ellas, pues repito, la Iglesia nace rezando y rezando es como tiene que crecer, en la Oración eucarística y en la oración de cada cual, pero rezando, así entraron el cenáculo y así iban al templo a diario y quizás muchas cosas de las que aquejan a nuestras comunidades, se resuelvan rezando y aquí quiero hacer una defensa de esas mujeres que rezan el Rosario, pero también hay dejar tiempo para ese dialogo ante el Sagrario silencioso, recogido, propio de cada alma.
Santa María Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a creer en Dios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo, Trinidad Santa, pese a todas las vicisitudes de nuestra vida, AMEN
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