28 JULIO 2019
DOM 17-C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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ORAR (Lc 11,1-13)
La oración es –debe ser– una actividad habitual del cristiano. Pero no están los tiempos para detenerse un poco y entregarse sin prisa a algo que algunos consideran un tiempo perdido. Los mejor intencionados dicen que hay demasiados problemas en el mundo para emplear tiempo en algo que ven como una huida de las dificultades. Otros dicen que no pasa de ser una conversación con un ser mudo que nunca contesta. Los hay que no saben qué hacer en una actividad en que los minutos parecen horas.
Siem¬pre tenemos un pretexto para no orar. Y, sin embargo, es algo esencial en la vida cristiana. Jesús –que sabía mucho de compromiso, de preocupación por las personas y de afrontar problemas– pasaba noches enteras en oración. No le restaba tiempo ni al Padre ni a los hombres. Se lo restaba al sueño. La oración estuvo presente en los momentos más importantes de su vida: en el desierto, en el cenáculo, en Getsemaní y en el calvario. Era para él una fuente de energía para afrontar el reto de cada día.
Las instrucciones que da a sus discípulos son claras: lo primero es situarse ante Dios como ante un padre. Si no se llega ahí, lo que sigue resulta difícil de entender. Y hay que insistir. No es cosa de un rato, sino algo integrado en la vida. A Dios no se le da una propina de nuestro tiempo, sino el tiempo que le corresponde. Incluso los más cumplidores se conforman con poco: damos a la Iglesia la calderilla de nuestro dinero y a Dios la calderilla de nuestro tiempo. Y que la misa no dure mucho.
En cuanto al contenido de la oración, hay que decir que es muy diverso, pero la más humana es la de petición. Pedir significa reconocer la propia indigencia, la propia debilidad –sentirse humano, es decir, humilde–; y es creer que Dios –como buen padre– con una mano nos sostiene y con la otra nos protege. Lo cual no significa que tenga que hacer lo que queremos o pedimos –mal padre es el que da a sus hijos todos los caprichos porque les priva de formar el carácter y de fortalecer el ánimo–. Dicen los místicos que hay que tener mucho cuidado con lo que se pide porque te lo pueden conceder y ¿a ver qué haces luego? Con ello indican que hay que saber pedir.
Y termino con una advertencia a los reticentes: la oración no es sólo un encuentro con Dios; también es un encuentro con nosotros mismos. Miramos demasiado al suelo y olvidamos que se nos permitió caminar de pie para poder mirar al cielo y comprender cuál es nuestro sitio en el mundo. Si hemos sido creados a imagen de Dios, sólo mirándole a él podremos conocernos a nosotros mismos y comprender cuánta dignidad se encierra en cada ser humano. Ya pasó el tiempo en el que se creía que mirar a Dios lleva a olvidarse del hombre. Más bien es lo contrario.
NOTA AL EVANGELIO DEL DOMINGO PASADO
Queridos hermanos:
Lo importante no es caerse sino levantarse y una dimensión de las personas es saber pedir perdón y esto agrada a Dios.
Escuché con atención la homilía y vi que yo estaba equivocado: lo primero es la Palabra de Dios y Jesús nunca reprochó a Marta que trabajase.
Hermanos: les pido perdón con toda humildad, me he confesado y prometo colaborar con su labor con más atención, más Fe, más Esperanza y más Caridad. Es mi propósito de enmienda.
Muchas gracias y consideren que me tienen a su disposición.
Un abrazo en Cristo.
Vicente Barreras
En el pasaje delicioso del Génesis Abrahán se dirige al juez de todo el mundo. Y a pesar de su cercanía y confianza el pobre hombre se muestra temeroso de un enfado divino, y no se atreve a bajar de diez justos en Sodoma y Gomorra en su intercesión por las dos ciudades. Una se imagina al bueno de Abrahán sudando la gota gorda y tragando saliva en cada intervención ante Dios. Y cuando está a punto de acabar la escena dan ganas de gritarle y animarle a que siga, que baje hasta uno, que Dios no dejará de atender su oración hasta el límite. Que no paralice, con su miedo, la misericordia divina, sino que dé alas, con su confianza sin límites, a la generosidad de Dios.
Otro orante de la Biblia, nuestro querido salmista, ha tenido tiempo de experimentar, en su vida, toda suerte de acontecimientos que le han marcado por dentro y por fuera, y le han llevado a gustar y ver qué bueno es Dios.
Los discípulos de Jesús sabían de los orantes de la Escritura pero algo había en la oración de Jesús que les llamaba poderosamente la atención, hasta el punto que pedirle que les enseñara a orar así. Y Jesús enseña el Padrenuestro, tan bellamente comentado en la hojilla. Y apunta que hemos de ser incluso inoportunos en la oración, que hace falta pedir, buscar y llamar con constancia y perseverancia. O determinada determinación, que dirá Santa Teresa. Es decir, pase lo que pase y venga lo que venga, sin rendirse ni tirar la toalla.
La oración es cuestión de amor. Quien está enamorado, como Pablo de Cristo, busca tiempo para estar con el Amado, para cultivar una relación de intimidad con él. Y Jesús enseña qué pedir al Padre. Su mejor don, el mayor de todos, es el Espíritu Santo.
COMUNICARSE
Entre la lectura del Génesis de la semana pasada y la de esta, hay un pasaje que no se proclama en la liturgia que es la despedida de los Ángeles por Abrahán y la pregunta que se hace Dios ¿no le comunicaré a Abrahán lo que voy a hacer? Y aquí entra la primera lectura de esta semana donde Dios se comunica con el Patriarca y éste con Dios en ese bello dialogo intercediendo por las ciudades de Sodoma y Gomorra.
En definitiva se entabla entre Dios y su siervo un dialogo, en el que éste pide a Dios que salve a los pecadores porque todo no está perdido, pero estaba.
Hoy el tema central es la oración que como titulo esta reflexión no es más que ese comunicarse entre el hombre y Dios, entre la Divinidad y su criatura y no hay que buscar más definiciones ni métodos, ni forma, manera, nada sino simplemente la oración es dirigirse a Dios, COMUNICARSE con Él, de todo, pidiendo, dando gracias, alabando, glorificando….., simplemente comunicarse, estar con Dios, “”estabame yo allí con Él””, como dos amigos que están juntos y unas veces se hablan y otras, simplemente están.
El Evangelio de hoy empieza con Jesús orando, primera pauta, quien no ora ¿cómo va a enseñar a orar? Por lo que tenemos que aplicarnos la lección, orar para aprender a orar y para enseñar a orar a otros, pero a orar, que no es lo mismo que repetir como papagayo o dormitar mascullando frases.
Los discípulos le piden que les enseñen a orar como hizo Juan y Jesús les dio el Padrenuestro, compendio de todo, lo que ocurre, como con tantas cosas, que la rutina nos lo ha desvirtuado, no pensamos en ese Padre, de todos, que está en el cielo (parte no citada en la hoja), cielo que es tan cercano pues si Dios lo es, estamos en él, nos movemos en él y debemos de hacerlo posible, con nuestra vida, para los demás; alabamos a Dios que no es otra cosa que santificar su nombre, pedir la venida del Reino, objeto principal de la Buena Noticia y que su voluntad se haga en mi en todas sus criaturas, como pide la oración del padre Foucauld. La segunda parte es necesaria para nuestra vida, pautas que nos llevan a pedir lo necesario, a perdonar y por ello aliviar las cargas de los demás, a tratarlos como queremos que nos traten, que nos libre de la tentación y del maligno.
Todo, en pocas palabras y aún así caemos en correr y más correr, sin pensar que estamos dirigiéndonos a un Padre, a un amigo, a los que creo se les habla con el respeto y la dignidad que se merece toda persona.
Rezar es COMUNICARSE con Dios Padre, con Dios Hijo y con Dios Espíritu, desarrollando desde nuestra miseria y con la humildad que nos hace ver lo que somos, ni más, pero tampoco menos, hijos de ese Amor creador, revelador e impulsor de toda nuestra vida.
La oración, como nos enseña Jesús en la parábola, nos es cosa de la necesidad, de las desgracias, de las angustias, es cuestión de cada día, como las charlas de amigos, de Padre-hijos, con asiduidad, con frecuencia e insistencia y con simplicidad: me ha venido esta circunstancia y no tengo con qué hacer frente pero aquí estoy Padre y hoy qué quieres de mi y de ahí en adelante ya es cuestión de cada cual, pero siempre comunicarnos con Dios, que no deja de escuchar, como nos dice el salmista “cuando te invoqué, Señor, me escuchaste” y lo sabemos si nuestro corazón está en sintonía con nuestro Padre Bueno y con el hermano a quien socorro y con el que me socorre.
Gracias Señor, por enseñarnos a orar contigo y el Espíritu, a nuestro Padre Bueno.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN
¡Qué hermoso es el Evangelio de este domingo!
Jesús nos enseña a rezar y concluye prometiéndonos la ayuda del Espíritu Santo.
Señor Dios mío, te pido de corazón que se cumplan esas siete peticiones tanto en mi persona como en los que amo así como en el mundo entero.
Espíritu Santo, ven porque te amamos y nos haces falta.
Jesús, no nos dejes de tu mano porque sin Ti, estamos perdidos.
Dios Padre, que se haga siempre tu Voluntad tanto en la tierra como en el Cielo.
María Santísima, Madre nuestra y Honor de la humanidad: que hagamos siempre lo que Él nos diga.
Virgen Santa, cuida, por favor, con tu Amor de Madre, de los más necesitados.
Rezo un Padre Nuestro desde el fondo de mi alma por todos los que habéis leído estas palabras y con toda humildad os pido la Caridad de que no me olvidéis en vuestras plegarias.
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