3ADV-B-20

sábado, 5 de diciembre de 2020
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2 comentarios:

juan antonio at: 07 diciembre, 2020 17:42 dijo...

TU QUIEN ERES?
Esta pregunta se la hicieron a Juan el Bautista los judíos enviados por los jefes, pues éstos veían que las gentes acudían a Juan, confesaban sus pecados y se bautizaba y las gente encontraban sus vidas sanadas y los jefes del templo veían que su negocio iba a la deriva si aquello continuaba, pues por su parte solamente se seguía un culto vacio, lleno de sacrificios de ganados que le engordaban y llenaban sus arcas, la ruina se les venía encima.
Por eso surge la pregunta, tú quien eres, si no eres ni el Mesías, ni el Profeta ni Elías?
Y Juan le da la respuesta pertinente: soy la voz que grita en desierto, preparad la venida del Señor, venida que había sucedido pero no manifestado, pues en “”en medio de vosotros hay uno que no conocéis….”
Y las lecturas de Isaías y Pablo nos ponen en camino:
El Espíritu del Señor está sobre mi….
Estad siempre alegres, sed constantes en la oración y en acción de gracias en todo momento.
Este es el medio de conocer a Jesús, vivir nuestro bautismo en el que fuimos ungidos, vivir la alegría de esa unción mediante la oración y la acción de gracias, que bien podía referirse, como nos dice el autor de la Hoja, a la celebración de la Eucaristía, pero aunque no fuese, la acción de gracias debe ser esencial a la persona, cuanto más a un cristian@
Estamos, como decía la semana pasada en un mundo lleno de todo y se está vaciando de Dios, aunque siempre nos quedará un “”resto””, del que surgirá el nuevo Israel, pero surgirá el nuevo Israel si nos ocupamos de hacer que la vida cambie, por nuestro testimonio de la Luz y en palabras de Isaías, dando la buena noticia y tendiendo la mano a los que sufren sin miedo ni respetos humanos, ello con la alegría de los que se sienten y son hijos de Dios, y por supuesto siendo coherente haciendo lo que decimos y diciendo lo que hacemos, pues la verdad nos hará iluminar los caminos hacía el Señor, en un Niño insignificante y acostado en el pesebre de una cueva convertida en cuadra de animales.
¿Tú quien eres?, y contesto, a título personal, pues Señor quiero ser un pobre pastorcillo que te lleve un poco de calor en los que habitas; quiero ser de los que anuncian tu llegada, ayer, hoy y cada instante; quiero ser testigo de tu presencia entre nosotros si yo te llevo y ven que te llevo; quiero ser, Señor, el último y servidor de todos; quiero ser de los que esperan desde la nada el todo de tu Plenitud; quiero ser, Señor, ……, tu amigo.
No dejemos de rezar el Magnificat, pues como María, muchas cosas tenemos que agradecer a nuestro Señor, acostúmbrate a hacerlo por la mañana y al anochecer y como dice el salmo (89) “”llénanos de tu amor por la mañana para que vivamos todo el tiempo alegres y contentos””
Como piedra de toque, repitámoslo una vez más ¿tú quien eres? Dirigido a mi y a todos los nos decimos cristianos y miremos, examinemos y veamos nuestra actuación para esta semana.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Señora de la Esperanza y del Adviento, haznos conocer al que está en medio de nosotros, tu Hijo, y sigámosle en nuestro día a día ¡AMEN!



Maite at: 11 diciembre, 2020 15:00 dijo...

La alegría en la vida del cristiano es tan importante para la Iglesia que dedica a ella uno de los domingos de Adviento y otro en Pascua; tiempos ambos que invitan a la conversión. Así que la una no quita para la otra.

Y aprendemos de la Palabra que la verdadera alegría no tiene su origen en nosotros mismos, ni en nuestros éxitos o cualidades, sino en Dios. Estamos alegres porque su Espíritu está sobre nosotros, porque él nos ha ungido. Porque nos ha puesto un traje de salvación y un manto de justicia sin mérito alguno por nuestra parte.

Esta experiencia nos empuja a anunciar la buena noticia a quienes más lo necesitan: los pobres, los pequeños, los últimos… a curar corazones desgarrados y proclamar amnistías y libertad. A tener el mismo proyecto de vida que Jesús, sus mismos anhelos y prioridades, su misma andadura. Porque sentirnos como el novio o la novia, amados y elegidos por Dios, nos da alas y nos lanza en seguimiento de Jesús.

Somos conscientes, como María en su canto del Magníficat, de nuestra pequeñez. Sabemos, como Juan, que no somos la luz. Pero tenemos el privilegio y la oportunidad, en esta vida, de experimentar, en carne propia, las obras grandes de Dios, y de sabernos llamados a dar testimonio de ellas. De hacer amar al amor, la luz, la Vida.

Tenemos la certeza, como Pablo, de la fidelidad del Señor y de ella, no de la nuestra, nacen la alegría y la acción de gracias que nada ni nadie nos podrán quitar.

Pero no podemos apagar el espíritu presente en toda obra e iniciativa buenas, porque también esas son de Dios.

Como Juan somos enviados a dar testimonio de la luz. Ojalá lo hagamos con su coherencia de vida, su honestidad y rectitud. Su fidelidad y humildad a toda prueba.