DOM-23B

sábado, 28 de agosto de 2021
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 28 agosto, 2021 09:09 dijo...

TODO LO HIZO BIEN (Mc 7,31-37)

Todos los milagros de Jesús son signos y, por tanto, sólo pueden entenderse y ser valorados rectamente desde el significado. Importa no lo que hace, sino lo que comunica con su hacer. En el caso del sordomudo se nos dice que el milagro tiene lugar en la Decápolis, es decir, fuera del territorio de Israel. Jesús cura en tierra de paganos porque la salvación no entiende de razas ni pueblos: todos los hombres están llamados a gozar de sus beneficios. Un sordomudo es un hombre cerrado, ensimismado, atrapado en su mundo interior. Ni escucha ni dice palabras que es tanto como decir, está cerrado a la comunicación con sus semejantes. Jesús -siguiendo el ritual de los milagros conocido en la antigüedad- le manda abrirse y el milagro se produjo.

Vivimos en un mundo de contradicciones, pues ocurre que los medios de comunicación se han desarrollado hasta embotar la mente por el exceso de información y, sin embargo, la incomunicación, el ensimismamiento, es más grave que nunca. Y es que hemos olvidado que la comunicación verdadera, la que hace feliz al hombre en el encuentro con sus semejantes, no es cosa de mucha información sino de vivencias. Podemos pasarnos la vida hablando de lo que ocurre a nuestro alrededor, sin llegar nunca a hablar de nosotros mismos. Y, si esto es normal entre extraños, no debería serlo entre conocidos, sobre todo entre familiares. Porque es experiencia dolorosa y muy triste comprobar -después de muchos años- que se ha estado conviviendo con un extraño.

El milagro de Jesús consiste en salvar al hombre de su aislamiento y acercarle a sus semejantes. Es una invitación a la apertura del corazón -que en eso está el prodigio- para percibir el corazón del otro y mostrarle el propio. Son muchas las maneras de expresarnos, pero la voz, que sale de la garganta como el aliento -como la vida- es sin duda el más humano; por eso Jesús toca con su saliva la lengua del enfermo. Es como poner su voz en la boca de aquel hombre, como desatar la palabra con su palabra.

La gente reacciona comentando que todo lo ha hecho bien porque ha conseguido que los sordos oigan y los mudos hablen -porque ha hecho que los hombres se acerquen los unos a los otros-. La mejor buena obra es lograr el entendimiento, la proximidad, el avecinamiento entre los hombres. San Pablo decía que el oficio de Jesús -y el de los cristianos- es la reconciliación, es decir, unir a los separados: a los hombres con Dios y a los hombres entre sí. Hermosa tarea de cualquier ser humano -pero sobre de los discípulos de Jesús- la de crear un mundo de bocas y oídos -que es tanto como decir, de corazones- abiertos. En un mundo de hombres así la tolerancia, el respeto y el amor pasearían por las calles sin miedos ni sobresaltos. Sin ello, sólo se ven miradas de reojo y desconfianzas.

FRANCISCO ECHEVARRÍA

Maite at: 02 septiembre, 2021 22:18 dijo...

El Dios que anuncia Isaías es el mismo que anuncia Jesús, el que experimenta el salmista y la Buena Noticia que todavía esperan quienes caminan a nuestro lado por las sendas de la vida, y comparten con nosotros sus noches oscuras y sus auroras boreales.

Precioso el contexto de la hojilla, que nos recuerda en qué se conoce, identifica y encuentra a Jesús. Algo que siempre interpela con fuerza nuestra condición de discípulos y seguidores suyos; llamados a ser conocidos e identificados de igual modo, encontrados en los mismos caminos y empeñados en semejantes menesteres y no otros.

El pasaje de Santiago que nos ocupa este domingo no se pierde en florituras y da en la diana, baja al barro y retrata lo que hay. Nos recuerda que el espejo en el que mirar nuestras actitudes es Dios mismo. No hay otro. Y es que si somos hijos, lo somos de tal Padre. Y si seguimos a Jesús, seguimos a tal Señor y Maestro.

Qué revolución sería la nuestra, la de los cristianos, si todos pudieran decir de nosotros lo mismo que de Jesús: Todo lo han hecho bien. Hacen oír a los sordos y hablar a los mudos. Si de nuestros labios y corazones, de nuestros hechos y actitudes, fluyeran la experiencia, la fe y el amor del salmista. Entonces sí podríamos abrir camino a un mundo fraterno, a la Casa Común en que vivir, de verdad, todos juntos.



juan antonio at: 03 septiembre, 2021 18:26 dijo...

Las lecturas de hoy nos ayuda a vivir ese estilo de vida que Jesús nos trae cada día, en su palabra, en sus gestos, en su entrega a los hombres/mujeres para nuestra felicidad, siendo el salmo un Magnificat de gozo y alegría.
Isaías nos trae el ánimo porque nuestro Dios viene a salvarnos
Santiago nos reprende por la acepción de personas y nos pregunta sobre la elección de Dios por los pobres y el Evangelio la sanación de un sordo tartamudo.
En el primero párrafo del Evangelio, una vez nos sitúa en punto geográfico en que se desarrolla l acción de Jesús, se nos dice
“”Le llevaron un sordo tartamudo y le rogaron que le impusiera las manos””
La clave del párrafo está en “le llevaron”
Aquellas personas que condujeron al sordo tartamudo hasta Jesús no sabían que estaban implantando el Reino de Dios, ellos crían en el don de Jesús, creían en el poder sanador porque entendían que ese profeta andariego de galilea, era algo más, no solo profeta que hablaba y hablaba de Dios y su Reino, sino que podía devolver la dignidad a esa persona disminuida, que era humano con los humanos, misericordioso con los que necesitaban misericordia y “”le llevaron al sordo tartamudo”
Es toda una lección de acompañamiento, que Lucas desarrolla de una manera magistral en el episodio de los discípulos de Emaus, si lo meditamos y desmenuzamos hasta que Jesús desaparece.
Aquí acompañan a un necesitado y esto nos debe preguntar, ¿cuántos necesitados hemos acompañado nosotros, cuántos hemos llevado a Jesús por sus males físicos o del alma, hemos mirado a nuestro entorno sin acepción de personas, sino en los pobres elegidos por Dios para que entren en su Reino? o es que nosotros no hemos entrado en el Reino, pues si no hemos entrado ¿Cómo lo vamos a dar? Ya que nadie da lo que no tiene, si yo, tú, nosotros no hemos cambiado como vamos a cambiar a otros, somos como nos dice S. Pablo, metal que resuena, pero vacios, no tenemos nada.
Ábrete al Reino y harás que otros entren, ama sin medida y otros se sentirán amados y cerca de Dios para que le impongan las manos, no las tuyas sino las manos de Jesús encarnada en las manos sacerdotales, manaos de perdón, de misericordia, de alegría sacramental: sí, Dios te impondrá las manos y te dirás, nos dirá a todos “ábrete y no seas tacaño, date, no des, acércate y acompaña a los que no pueden ir solos y entonces podrás entonar ese canto del salmo, canto de alabanza, gozo y alegría a nuestro Padre Dios y Padre Bueno, porque estamos haciendo realidad su sueño, que todos vivan sintiendo esa paternidad en nuestro corazón en las vicisitudes que la vida nos presenten.
“”Alaba alma mía al Señor, que mantiene su fidelidad eternamente….””
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos acompañar a los alejados y necesitados de tu Hijo, ¡AMEN!