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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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SEGUIR AL MAESTRO (Lc 9,51-62)
Cuando llegó el momento oportuno, Jesús tomó la determinación de ir a Jerusalén para predicar en el corazón de Israel –en el templo– la Buena Noticia del Reino, a pesar del peligro que ello suponía. Los samaritanos –debido al enfrentamiento religioso entre este pueblo y el judío– se niegan a darle hospitalidad y a los discípulos les salta la vena justiciera. Pero Jesús corta en seco: no ha venido a dar muerte sino vida. Tal vez ésta sea la primera característica de un verdadero discípulo del Nazareno: dejar de lado la autosuficiencia, la ira y la venganza y asumir la humildad, la paz y el perdón.
Luego están quienes se ofrecen animosos a seguir a Jesús tal vez porque no se dan cuenta de lo que ello significa. Él les advierte que el seguimiento sólo es posible desde la renuncia más completa. Tampoco cabe posponer la respuesta cuando él llama o andar con nostalgias por lo que se deja atrás. Todo se reduce a una cosa: la libertad interior. Quien tiene el corazón apegado a sus posesiones, a sus tareas o a sus afectos no tiene la libertad necesaria para asumir el destino del Maestro.
La verdad es que choca bastante la radicalidad con que habla y, por ello, nos inclinamos a pensar que tal vez sólo se trate de una metáfora. Pero no hay nada que justifique una interpretación semejante. La llamada de Jesús es exigente y no se anda con medias tintas ni componendas. El texto evangélico no es ambiguo. El problema es nuestro porque vivimos en un tiempo que ha hecho de la provisionalidad uno de los rasgos más sobresalientes de nuestro modo de vivir, como puede verse en hechos como estos: se ha perdido la estabilidad laboral; los políticos están satisfechos si consiguen terminar la legislatura; aumentan las rupturas matrimoniales y crece el número de parejas de hecho; en algún país se ha planteado el matrimonio temporal... A todo le añadimos un "por ahora". Es como si la vida fuera un asunto de usar y tirar.
Hay quienes defienden este modo de vivir y de entender la vida. Pero olvidan algo: que la provisionalidad genera inseguridad; la inseguridad, angustia; y la angustia es uno de los sentimientos que más desequilibra la mente y el espíritu. La cultura de lo provisional conduce a una sociedad física, psíquica y espiritualmente enferma. Los profetas que predican el rechazo al compromiso por considerarlo inhumano, anacrónico o utópico deberían preguntarse a quién sirven realmente.
Considero que hoy más que nunca las exigencias de Jesús están vigentes y conservan toda su frescura como un camino de humanización. Ser fiel a la palabra dada, perseverar en la decisión tomada, seguir a pesar de las dificultades, tener el valor de decidir y comprometerse no son cosas que atenten contra la dignidad de lo humano. Muy al contrario: son rasgos que engrandecen a quienes tienen el coraje de vivir según ellos.
Quiero iniciar esta reflexión con la última frase del contexto:
“El único camino para convertir el mundo a Cristo, es la conversión sincera de los creyentes”
Aquí está nuestra tarea y la tarea de todo creyente, convertirse para convertir, convertirse para decirle a todos qué creemos, qué esperamos y como amamos, en definitiva cual es nuestra vida, nuestra Vida que vivimos cada día.
Y para ello tenemos que ponernos en camino, siempre en camino, pues el cristiano no es una persona pasiva, sino activa, itinerante, buscando y estando donde haga falta, dando y dándose en radical entrega, en total disposición.
El Evangelio nos trae a la consideración las actitudes del creyente y la primera no es la violencia, el castigo, la condena, la destrucción, todo lo contrario, como ya dijo en otra ocasión –entre vosotros no será así--, sino ofrecimiento, puesta a disposición, la otra mejilla, el que te pida, ….., lo hemos visto en el sermón del monte en esta semana y la pasada
A continuación el evangelio nos ofrece dos ofrecimientos de quienes querían ser discípulos y una llamada, y en las tres se ve un denominador común, la radicalidad, o todo o nada, no nos vale un sí, pero…, no, nuestra entrega tiene que ser total, sin reserva, hasta el final, como Él, sin eludir el dolor, el cansancio, ni las debilidades de nuestra fragilidad humana, “”amar hasta que duela””.
La medianía, la tibieza, no agrada a Dios, como nos dice en el Ap. 3,15, “porque no eres ni frio ni caliente te arrojaré de mi boca”: el cristiano, con sus luces y con sus sombras, tiene que mirar siempre adelante, levantarse, pero seguir y no perder el norte, Jesús.
Ese seguimiento nos va a costar, nos va a hacer dudar, quizás nos entre la tentación de dejarlo, de tirar la toalla como se suele decir, de no hacer lo que queremos, como nos dice S. Pablo, pero recemos con el salmista:
Protégeme Dios mio que me refugio en ti….me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha…..
En definitiva contigo viviremos nuestra vida en plenitud como verdaderos seguidores tuyos, aprendiendo día a día en el camino que nos lleva a conformar nuestra vida a la tuya, hasta que se haga realidad lo vivido por el apóstol Pablo, no soy yo, es Cristo quien vive en mi: ¡qué grandeza nos regala el Señor!.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enseñanos a decir ¡AMEN!
P.D. Recomiendo las Catequsis del PP. Francisco sobre la Carta a los Galatas.
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