28 DICIEMBRE 2014
FIESTA DE LA SAGRADA
FAMILIA
LUCAS 2,22-40. El
niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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LA FAMILIA
El domingo siguiente a la Navidad se dedica al recuerdo de la familia de Nazaret y se nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre una institución de gran importancia tanto a nivel individual como social. No decimos nada nuevo si afirmamos que hoy la familia -en cuanto institución- está en crisis. Y son muchas las manifestaciones de la misma: crece el desafecto -los adultos saben que sus hijos no los cuidarán cuando sean ancianos-; decrece la autoridad paterna -¡No puedo con mis hijos! es una expresión bastante frecuente-; se teme el compromiso ante las instituciones -parejas de hecho de duración limitada-; se duda de la capacidad de asumir un compromiso definitivo -aumento de los casos de divorcio y separación- y, sobre todo, se ha perdido la valoración de la familia como espacio de creación de la vida -hijos extramatrimoniales, madres de alquiler...-. La disminución del número de hijos hasta el punto de que cada día es más “normal” el hijo único, traerá como consecuencia directa inmediata que muchos niños y niñas crecerán sin experimentar el sentimiento de la fraternidad que es un poderoso aliado contra el egoísmo.
La pregunta que nos asalta es: Esta crisis ¿significa un progreso o, por el contrario, es una pérdida? Con la caída de la familia, la sociedad y el individuo ¿gana o pierde? Podemos formular la pregunta de otra forma: ¿necesita un niño las referencias familiares -padres y hermanos- para lograr un desarrollo sano y equilibrado? La experiencia parece inclinarse a favor del sí. Otro tema es la incidencia que tiene en la vida del individuo una estructura familiar irregular -padres alcohólicos, violencia, etc-. Pero esto viene a confirmar lo que decimos. Si la estructura familiar puede condicionar poderosamente -en favor o en contra-, es que la familia es importante y el hecho de que influya negativamente en caso de ser irregular no significa que la institución familiar no sirva, sino que debe mejorar.
La familia es una institución que tiene milenios y ha sobrevivido a todos los cambios que el tiempo impone. Si hoy está en crisis, no es porque esté desfasada, sino porque el ser humano está en crisis. La crisis que padecemos es una crisis global. Está en crisis nuestro modo de entender la vida, el mundo que hemos construido. Hemos comido de la fruta prohibida creyendo que íbamos a ser dioses y, al despertar, nos hemos visto fuera del paraíso. Todo sufre las consecuencias de esa decepción y la familia no podía escapar.
Pero de algo estamos seguros: la salvación de la sociedad vendrá por la regeneración de los individuos y la regeneración de los individuos, por la recuperación de la familia como lugar privilegiado para el nacimiento y desarrollo de la vida. Quienes en su día la atacaron so pretexto de modernidad actuaron de un modo inconsciente e irresponsable porque no midieron las consecuencias de sus planteamientos.
Es la última fiesta del año 2014 y la segunda del año litúrgico que comenzó con el Adviento.
Hablar hoy de la familia, es difícil, dada la crisis de familia que hoy tenemos, no solo por las rupturas, que ya es desgarrador, sino por el concepto de familia hoy reinante en nuestra sociedad, al igual que pasa con el matrimonio, al igual que con el concepto de persona.
Las lecturas de hoy nos trae a la reflexión una serie de actitudes que son las que deben de conformar la familia, actitudes de respeto, de ternura, de en la primera de ella y la carta de S. Pablo es todo un derroche de como tenemos que desenvolvernos en la familia, cuales tienen que ser nuestros modos y maneras, “vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión” son virtudes que deben adornar nuestra familia cristiana, unidas al perdón y al amor, éste como ceñidor, como fuerza que lleve adelante esos valores, que quienes no piensan en cristiano podrá decirnos que se pueden dar en cualquier familia, sí, pero en la familia cristiana tenemos en medio de nosotros a Cristo, porque “ todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea en nombre del Señor”
Aquí está la diferencia, de quien nos vienen esos valores, esas virtudes que deben darse en nuestra familia, quien la hace con nosotros es el Señor y la hacemos por el Señor.
Hoy para hacer todo esto posible, tenemos que mirar a la familia de Nazaret, a Jesús, José y María, donde la unidad entrañable era una realidad, era una convivencia plena, como nos dice el Evangelio al final, en el último versículo “El niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba” .
Si miramos a Jesús niño, Dios y Hombre verdadero, podemos decir con Simeón, ahora Señor mis ojos han visto a tu Salvador y podemos verlo en la celebración eucarística, pero también en cada uno de nuestros hermanos enfermos, desnudos, hambrientos, sedientos, en la cárcel, en los inmigrantes que pululan por nuestras calles, porque todos formamos la gran familia de los hijos de Dios.
María, Madre de todos los hombres, ayúdanos a ser más hijos tuyos y más hermanos de nuestros hermanos.
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