6 de enero de 2014
EPIFANÍA DEL SEÑOR
Mt
2,1-12. Venimos de Oriente a adorar al Rey.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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Hoy es el día de la manifestación de Jesús a los paganos, a los que no eran del pueblo de Israel, primero fueron María y José, luego los pastores y los que de Belén se acercaron a conocer todo aquello que le contaban los pastores y ahora son a unos enigmáticos extranjeros, a unos magos, de los que no sabemos si eran reyes y si eran tres, pero lo cierto es que fueron a Belén, como reza una cancioncilla.
La lección que este relato trae a mi reflexión son las actitudes que debo tener como cristiano y a m i modo de ver, son estas:
Ellos vieron una señal, que en el relato evangélico es una estrella, pero que para mí, para todos nosotros, son todas esas coas por las que Dios nos llama, nos hacer ver qué es lo que quiere de nosotros, será una conversación, un consejo, un evento, una llamada de la parroquia o de otra institución de nuestra Diócesis, en definitiva, que nos hace ver lo que Dios nos pide ¿discernimos los acontecimientos que nos rodea?
Se pusieron en camino. Podemos ver lo que se nos pide, cual es en cada momento la voluntad de Dios, ¿pero nos ponemos en camino?, salimos de nosotros para buscar a Dios en lo que hacemos? O por el contrario dejamos pasar el tiempo como si la cosa no fuera con nosotros, que cumplimos con lo mínimo, con una asistencia pasiva a los grandes acontecimientos, pero que nos dice poco, somos más protocolarios que gente que obra de corazón, entregado, disponible, a qué?,
A un encuentro: siguieron la estrella y encontraron al Niño con María, su madre: nuestra vida de cristiano tiene que ser consecuencia de ese encuentro con Jesús, nuestra vida tiene que estar llena de encuentro, de experiencias con Jesús, o en los que podemos encontrar a Jesús, los débiles, los pobres, los inmigrantes, y todos esos a los que el Papa incluye en esa palabra que ya hemos incorporado a nuestro léxico o a nuestro léxico y nuestro corazón, Los descartados.
Después de ese encuentro, se volvieron a sus países y llevaron esa alegría del encuentro, llevaron esa experiencia de Dios que les llenó la vida y que a nosotros nos tiene que llenar hasta rebosar para dar a los que nos rodean , a aquellos de los que nos hacemos prójimos, no es que están a nuestro alcance, es que tenemos que alcanzarlos, ir y contarle que Dios ha acampado entre nosotros y nos trae el estilo de vida de Dios, para que nosotros los hombres nos hagamos hijos de Dios. O es que nos da miedo hablar de Dios? Si fuera cierto, sería muy triste porque no somos cristianos, sino una simple caricatura.
Terminamos mirando a la estrella de cada uno, la que nos lleva a Dios, porque con Isaías tenemos que mirar a la luz, al Niño Dios que ha llegado y llega cada día a nuestro corazón
¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!
Los Magos de Oriente no pertenecían al pueblo judío, el pueblo elegido por Dios, pero eran hombres avezados en escrutar el cielo y observar y leer en las estrellas. Una llamó especialmente su atención, y se lanzaron a la aventura, en pos de ella, dejando su casa, sus ocupaciones, sus estudios. Iban a adorar a un recién nacido, y eso era lo más importante. Tanto, que perseveran en su camino incluso cuando la estrella desaparece, y no cejan en su empeño, aunque ya no la ven brillar y solo la luz de sus corazones les guía.
Llegados a Belén, un lugar insignificante de la tierra de Judá, preguntan y alertan con su presencia a quien no deben. Pero la estrella sale de nuevo a su encuentro y los vuelve a guiar.
Los Magos representan a todos los gentiles, entre quienes nos encontramos nosotros, que reconocen en un pequeño en brazos de su Madre a Aquél a quien buscaban, el único que merece toda adoración. Reconocen en el Niño la luz que brilla y amanece sobre la tierra, sobre cada hombre y mujer. La luz capaz de acabar con nuestras tinieblas y oscuridad, la gloria de Dios, el resplandor de la nueva aurora que se levanta y anuncia la justicia y la paz para todos.
Hoy es día de postrarse en adoración y hacer ofrenda a Dios de todo lo que somos y tenemos, de elegir la luz en nuestras vidas y apostar por ella en medio de toda tiniebla y oscuridad, a lo largo del camino, aunque sea incierto y difícil. Tenemos a Jesucristo, y con Él junto a nosotros, ¿quién podrá contra nosotros?
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