12 ABRIL 2020
DOM-RAMOS-A
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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RESUCITÓ (Jn 20,1-9)
La resurrección de Cristo constituye el núcleo de la fe cristiana, hasta el punto de que Pablo escribe: "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe" (1Cor 15,17). Otro tema es el modo de entenderla -la explicación que se da de la misma-, que depende de la antropología y filosofía de la que se parta. De todas formas es un asunto de fe, lo que significa que, por muchos argumentos a favor o en contra que uno encuentre, al final, es una opción personal que condiciona el modo de entender la existencia propia y ajena. No es que la fe sea irracional, sino que nunca es el resultado de un silogismo.
Los datos de los que partieron los primeros testigos fueron dos: el descubrimiento del sepulcro vacío y las apariciones. El primero ha sido transmitido por la tradición y tiene a su favor que, de haber sido inventado, jamás habrían puesto como testigos a las mujeres, ya que no se les reconocía capacidad para testificar. El segundo dato pertenece a la experiencia de la Iglesia Primitiva. Creerlo o no creerlo es un problema de confianza en la sinceridad de quienes llegaron a dar su vida por permanecer fieles a lo que predicaban. De todas formas, dado que es asunto de fe, hay que admitir como un dato de experiencia que, para el que cree, las razones en contra no crean dudas y, para el que no cree, las razones a favor no le hacen desistir de su postura.
Una cosa sí es cierta: a lo largo de la historia son muchos los hombres y mujeres que han encontrado en la resurrección de Cristo el elemento clave para encontrar un sentido a su vida. La Magdalena, Pedro, Juan y todos los demás, no creyeron en la resurrección porque alguien les demostró con sabios argumentos la consistencia de esta doctrina, sino porque se encontraron con Jesús vivo tras su muerte y, a partir de ese momento, sus vidas cambiaron por completo. La fe en la resurrección, por tanto, no es algo que se demuestra, sino algo que se muestra. Nadie tiene que probar nada. Lo único que cabe es expresar lo que se ha vivido.
Por cierto, que muchos hoy confunden resurrección y reencarnación. La diferencia es grande: la resurrección significa que se ha alcanzado la plenitud gracias a Cristo que en su muerte y resurrección nos ha salvado; la reencarnación se entiende como oportunidades repetidas para purificarse hasta alcanzar el estado que permita la vuelta a Dios. Hoy día, con el auge del esoterismo y de lo oriental, muchos creen en la reencarnación. Para un cristiano simplemente no es necesaria. Lo que los orientales creen alcanzar con sucesivas reencarnaciones, el cristiano cree que lo ha conseguido como un don gracias al amor de Dios manifestado en Cristo. Para los cristianos, la resurrección de Cristo es el triunfo definitivo como primicia del bien sobre el mal, del amor sobre el odio, de la paz sobre la violencia, en definitiva, de la luz sobre la oscuridad.
Paco ECHEVARRIA
LA RESURRECCIÓN
La última reflexión fue sobre la Pasión y en esta pasamos a la Resurrección, dejándonos el autor de la Hoja el Jueves y el Viernes para que, sin comentario alguno, contemplemos el Amor del Señor en la Cena y la Muerte por amor a la humanidad y al Padre.
El Evangelio de este primer Domingo de Pascua, nos narra solamente el hecho de la Resurrección, de una forma escueta y concisa:
María Magdalena va al sepulcro, lo encuentra vacio, y va en busca de Pedro y Juan.
Otros evangelista nos dice que fue con otras mujeres, entre ellas como dice Marcos, Salomé, la madre de los Zebedeos, hecho que quiero resaltar por devoción a Santa María Salomé, pues de pequeño me enseñaron, que nuestra Patrona (Bonares), estuvo en la Cruz y en el Sepulcro.
Pero este Domingo es el Domingo de la alegría, del ¡Aleluya!, Jesús ha resucitado, ha vencido a la muerte.
Los personajes del pasaje evangélico son María, Pedro y Juan.
María la que se preocupa de ir a terminar el entierro de Jesús y se encuentra con la tumba vacía y corre en busca de Pedro y Juan y ella no le habla de resurrección, sino de que se han llevado el cuerpo del Señor, es la primera noticia, un robo, un expolio de sepultura…., no está.
Pedro y Juan corren al sepulcro, el joven espera al mayor y luego entra, “”vio y creyó””.
Esta es la pregunta que el Evangelio nos hace, qué hemos visto en el sepulcro vacio, la Resurrección o la cueva vacía?
En una cueva nació y en una cueva lo entierran, qué vimos entonces y qué vemos ahora, solamente la vaciedad, o hemos experimentado la alegría de la fe, como el discípulo que llegó primero, vio y creyó, y en ese momento hacen memoria de lo que dicen las Escrituras, como tenía que morir y resucitar.
Si la Pasión la vivíamos desde el amor de Jesús a la Humanidad y a su Padre, la Resurrección es ese encuentro del Señor con la humanidad por amor, como nos dará a conocer los Domingos venideros de esta Pascua, en la que contemplaremos el Paso del Señor por nuestras vidas, Paso que se realiza cada día, cada momento, pero como el trigo y la cizaña o la semilla caída en el camino, las preocupaciones nos ciega y viendo no vemos o no queremos ver.
Desde nuestra humildad, pensemos en María, la Madre de Jesús y Madre nuestra, ella, aunque no aparezca en ningún escrito, debió ser la primera en recibir el gozo que se merecía, porque en sus entraña llevó la salvación del mundo, en su vida contempló al Hijo predilecto del Dios, en las correrías de su Hijo sufrió lo que del mismo decía que si estaba loco, que si los sacerdotes querían matarlo, ““...y una espada atravesará tu corazón””.
Alegrémonos, entremos al Sepulcro y viéndolo, acojamos al Señor en nuestro pobre corazón, vivamos la Resurrección desde el silencio que el recogimiento forzoso nos da y busquemos la mirada de Jesús en consuelo del sufrimiento que tantos y tantas están padeciendo, Él que ha venido a estar con nosotros, que es lo que celebramos hoy (Jueves Santo), “”para llevar a los pobres la buena noticia de la salvación, anunciar la libertad a los presos, dar la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia””.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra ¡Alégrate, porque tu Hijo vive! no deseches nuestras suplicas en las necesidades que tenemos, antes bien, libra nos de todo mal, Virgen Gloriosa y Bendita.
¡Feliz Pascua de Resurrección a todos! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
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